Se me hace extraño el escribir de algo que no he vivido. Me refiero al Festival AV que este año se ha celebrado en el Cervantes.
El AV es un festival que se caracteriza por el riesgo. Riesgo en las propuestas musicales y riesgo en la confirmación de los carteles que se anuncian. Sus carteles han mezclado lo más innovador de las últimas tendencias con joyas, nunca mayoritarias, de fin de siglo XX y principios del XXI. Inicialmente el festival empezó en el castillo Sohail de Fuengirola, un sitio precioso para disfrutar un concierto. Un recinto pequeño, una acústica bastante cuidada y un entorno de con siglos de historia que impresiona a los que cantan y a los que escuchan.
El primer año (2002) que no fuimos (era más electrónico y no nos llamaba demasiado la atención) contó con gente como Thievery Corporation, Llorca, Bebel Gilberto o Frederic Galiano.
El segundo año nos atrajo como un imán la presencia de Mogwai. Ese año introdujeron un sonido más rock en el que podíamos entrar más fácilmente. Además de las descargas de Mogwai disfrutamos las explosiones de Explosions in the Sky, las excelencias instrumentales de Tortoise, la música celestial de Robin Guthrie y descubrí el bello equilibrio de Alpha.
Y el tercer año fue el que pudo romperlo todo. Los organizadores quisieron estirar tanto la cuerda que estuvieron a punto de romperla. Soltaron la bomba. Habían conseguido que Morrissey viniera a España y pensaron que con eso podían disparar el precio de los abonos. Y no se dieron cuenta de que ese precio sólo lo iban a pagar los fieles seguidores de Morrissey que no iban a estar interesados en el resto del interesante cartel. Así tras un día de locura entre desastre organizativo y pasión enfervorizada, el segundo sufrió un bajón de público y el tercero casi un desierto en el foso del castillo. Una pena.
Nosotros disfrutamos a Morrissey pero también a Tim Booth, a Stereolab, a Stephen Malkmus y a John Cale, concierto en el que quedó evidente que su escenario perfecto habría sido el Cervantes.
Y después de este año llegó la crisis.
Y pensamos que el festival había muerto.
Pero, oh sorpresas de la vida, este Agosto vimos el cartel del AV Cervantes y de nuevo la ilusión volvió a bullir por los ambientes musicales malagueños.
A mi me cogió con todas las ganas del mundo. Incluso sin saber el cartel quería ir. Incluso sin conocer a los artistas quería ir. Quería descubrir nuevos grupos, nuevas músicas que me hicieran sentir de otros modos. Quería saber que había de nuevo, que músicas nunca se pondrían en las radios comerciales, que experimentos se cocían entre guitarras y ordenadores.
Y así, poquito a poco, con muchos titubeos fueron anunciándose algunos nombres. Ninguno espectacular, ninguno concluyente pero yo seguía empecinado en qué quería ir.
Pero al final mis circunstancias se metieron por medio y toda la ilusión quedó en eso. En ilusión.
De todos modos la historia no se acaba aquí, ya que, al menos, mi especial enviada (
Raggedy Ann as a Reporter) sí pudo plantarse en el Cervantes y contarnos con discos y señales que pasó en el festival...
