Otro viaje, pero no un viaje mas. Un Lunes despertándose temprano (no tan temprano), pero con otra cara. Salir a coger el avión y no ir solo. En un viaje así, de pronto, todo se vuelve más emocionante. La facturación, el control de pasajeros, la cola para embarcar no se ven como una rutina sino como una aventura y montar en el avión y sentir como una mano aprieta la tuya cuando llega el hormigueo en la barriga te dibuja una sonrisa que no se te borra en días.
Y de pronto ves la costa surgir entre los mares y juegas a intentar adivinar qué es lo que se ve. Verde, verde y verde donde mires. Ahí está Inglaterra, Gran Bretaña, Britannia, Albión.
Y llegas y pones el pie en tierra y es todo un correr de nuevo hasta llegar al hotel, tu casa por unos días. Aeropuerto, estación, tren, estación, metro, estación y ya estamos en Earl's Court
So why do you smile when you think about Earl's Court?
Primer día y repasamos el barrio. El supermercado que nos va a dar de comer sigue en su sitio con la cajera de siempre en el mismo sitio que la dejamos. El Nando, donde le siguen dando. Ese hotel con luces rojas sospechosas, la pizzería donde tan bien entendimos el inglés que un gallego nos habló. Parece que en vez de un año sólo han pasado unas semanas. Está bien que todo esté bien.
Y el Lunes se pasa volando esperando que llegue la hora del concierto. Un concierto en Londres: nosotros sí que sabemos montarnoslo. Y no un concierto cualquiera. En Brixton, donde los cañones de los Clash, donde los inmigrantes jamaicanos trajeron el ritmo del reaggae que mezclaron con las guitarras punkys rabiosas. El barrio sigue siendo de inmigrantes, sólo que los nuevos colores son latinos. Abundan los locales donde se puede leer 'Se habla Español' pero todavía a la vuelta de la esquina puedes encontrar una peluquería llena de peinados africanos que te miran, al asomarte, como si no pertenecieras allí. Ese barrio es otro Londres, pero también es Londres.
El concierto es en la Brixton Academy donde los mismísimos Clash atronaron los cristales. La primera sorpresa fue descubrir que no existen los indies en Inglaterra, que ese público alternativo que acude a ese tipo de conciertos en España no se encuentra por ningún lado en aquellas calles y mucho menos en aquella cola. La cola era un muestrario de adolescentas (y adolescentos) arreglados, algunos acompañados por sus papás, que acudían prestas a chillar como locas cuando Carl Barât, el cantante de los Dirty Pretty Things, meneara su flequillo. Yo que pensaba encontrar un concierto lleno de punkys rabiosos, de gente con ganas de música y guitarras y me encuentro rodeado de niñatillas cargaditas de maquillaje. Y así entendí porque tienen allí tanta música 'alternativa'. Esa también es su música de masas! Suerte para ellos.De todos modos mi suposición de un concierto tranquilo ante semejante chiquillada se vio cortada cuando me di cuenta de que muchos de estos niños ingleses han tomado mucho colacao y superan con creces mis 1,73.

La segunda sorpresa fue el sitio. Aquello había sido un teatro o un cine grande de esos antiguos, de antes de que nos invadieran los multicines. Con una decoración neoclásica el sitio era una preciosidad y además la zona del público estaba en rampa para que los que estaban más atrás pudieran ver (gran idea que en casi ningún sitio parecen seguir) Aún se conservaba el piso superior donde iban los que querían ver el concierto sentados, pero nosotros íbamos al foso, al ruedo, a las barricadas.
Lo que empezó como un concierto muy gracioso con los Hot Club de Paris, grupo de 3 chiquillos de Liverpool que son capaces de empezar cantando acapella armonías vocales como
ésta que aquí veis y después dedicarse a llenar la escasa media hora que tocaron con
ritmos entrecortados, canciones sincopadas y mucho meneillo de culo...
Lo que siguió con Mando Diao, grupo sueco con orígenes garageros ahora adaptados al neo punk que se lleva hoy en día, al que los niñatos más alborotadores gritaban ABBA y las niñatas más arregladas gritaban 'Guapo' o 'Gorgeus' o como se diga...
Todo eso, de pronto, se transformó en una
tormenta cuando salieron los Dirty Pretty Things. De pronto no había detrás ni delante, ni arriba ni abajo. De pronto todo era un
empujón al mismo tiempo desde todos los lados. De pronto no había equilibrio ni casi respiración (sí, sé que no se ve nada, pero así es exactamente como vivíamos el concierto). Las canciones se sucedían entre un empujón y otro. ¿Dónde estaban ahora esas niñatillas tan frágiles? ¿De dónde habían salido tantos hooligans borrachos? Tanta era la presión que preferimos retirarnos a donde entre empujón, achuchón y pisotón por lo menos se podía respirar. El concierto fue una flipada. Tienen fuerza para dar y regalar y la gente además estaba muy por la labor. Ya desde la 4ª o 5ª canción se veia más de uno pies arriba navegando por encima de las masas. Entonces vi a los ENORMES GUARDAS DE SEGURIDAD capaces de coger sólo con las manos a uno cualquiera de estos energúmenos y depositarlo bien enseñado al otro lado de la valla. Al final Carl terminó también saltando encima del público , el bajo vaciando un extintor, el guitarra saltando desde unos 2 metros de altura y el batería con su máscara de luchador mexicano. Una pasada, vamos. Terminamos el concierto chorreando de sudor y alcohol derramado y más de 1 y de 3 y de 5 terminaron el concierto descalzos con los zapatos perdidos... no termino de imaginarme cómo los perdieron!

Que no me hablen de público apasionado español... eso es vivir la música!
Así que después de tanta paliza vuelta al hotel y mañana será otro día.
Etiquetas: música, viajes, YoMeMiConmigo